Hace un tiempo hice una visita a tierras navarras que me recibieron (cómo no) con lluvia y algo de frío. Pero en seguida me sentí fascinada y mimetizada con ellas: paseando por las calles de Pamplona, dejándome llevar por el misticismo del Monasterio de Leyre y, sobre todo, realizando una ruta exhaustiva y privilegiada por archivos y bibliotecas de la capital. Tuve la gran suerte de tener por guías a los mejores expertos y conocedores de la historia de la ciudad y de los documentos custodiados en las instituciones.

El recorrido consistió en la visita de la Catedral de la ciudad, su Archivo y su fantástica biblioteca (con acceso restringido) y mostrados amablemente por su canónigo; en ambos pude ver auténticas joyas: incunables, la Biblia Hebrea, Breviario de Pamplona…

Los otros lugares a los que me dirigí, obviamente, fueron : El Archivo Real y General de Navarra; el Archivo de la Universidad de Navarra y el Archivo Histórico Municipal de Pamplona, al que me une un vínculo especial.

En todos ellos pude observar un gran patrimonio documental ,  al que se le dedica el espacio, personal  e interés que se merece, además de su especial y delicado tratamiento.

Os dejo con algunas imágenes de esta gran experiencia:

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